Sinopsis
La ex pareja del
detective privado Doc Sportello se presenta repentinamente con una historia
sobre su actual novio, un promotor inmobiliario multimillonario del que acaba
de enamorarse, y sobre un complot de su mujer y el novio de ella para
secuestrarle y meterle en un manicomio. Son los finales de los psicodélicos
años 60, la paranoia domina el día y Doc sabe que “amar” es otra de esas
palabras que están de moda decir, como “viaje” o “fabuloso”, y que están siendo
usadas excesivamente, excepto que ésta normalmente conduce a problemas. Con un
reparto de personajes que incluye surfistas, estafadores, drogadictos y
roqueros, un usurero homicida, detectives de la policía de Los Ángeles, un
saxofonista clandestino y una misteriosa entidad conocida como Colmillo Dorado,
“Puro vicio” es por una parte una novela negra y por otra un divertimento
psicodélico.
Ficha
Técnica
Título original: Inherent vice
Dirección: Paul Thomas Anderson
País: USA
Año: 2014
Duración: 149 min.
Género: Thriller, drama, comedia
Interpretación: Joaquin Phoenix (Larry ‘Doc’
Sportello), Josh Brolin (lugarteniente Christian F. ‘Bigfoot’ Bjornsen), Owen
Wilson (Coy Harlingen), Katherine Waterston (Shasta Fay Hepworth), Reese
Witherspoon (Penny Kimball), Benicio del Toro (Sauncho Smilax), Jena Malone
(Hope Harlingen), Maya Rudolph (Petunia Leeway), Martin Short (Rudy Blatnoyd),
Joanna Newsom (Sortilège), Sasha Pieterse (Japonica Fenway), Eric Roberts
(Michael Z. Wolfmann), Hong Chau (Jade), Serena Scott Thomas (Sloane Wolfmann),
Jefferson Mays (Dr. Threeply), Michael Kenneth Williams (Tariq Khalil), Yvette
Yates (Luz)
Guión: Paul Thomas Anderson; basado en la novela
“Vicio propio” de Thomas Pynchon
Producción: Paul Thomas Anderson, Daniel Lupi y JoAnne
Sellar
Música: Johnny Greenwood
Crítica
Paul Thomas Anderson
planteaba en “The Master” la búsqueda existencial en la América de los plenos
años 50. En los años 60, dicha búsqueda quedó sumida en la psicodelia del tripi
social que supuso la cultura hippie, del fumeta que soñaba con encontrar el
camino al existencialismo a través de un simple porro. En su novela “Vicio
Propio”, Thomas Pynchon planteaba el final de ese sueño situando la acción a
finales de los 60 en el suroeste de Estados Unidos, con la historia de un
detective hippie que buscaba a su ex novia y a un magnate inmobiliario desaparecidos
en una California dominada por polis corruptos, grupos raciales, hermandades
arias, compañeros de papelinas reconvertidos en activistas políticos, dentistas
adictos a la cocaína y barcos destinados al contrabando de drogas. Todo ello a
su vez en pleno clima de tensión por el caso Charles Manson, que sumió a toda
la sociedad en una falsa paranoia de inseguridad y convirtió a los hippies en
el blanco de todas las miradas.
Por tanto, parece que
Anderson era el cineasta idóneo para llevar a la gran pantalla la psicodelia
presente en las páginas del autor neoyorquino, que sus caminos acabarían por
encontrarse. Y uno podría esperar que, ante semejante argumento, el director
volviese a sus orígenes pero llevando la excentricidad de la propuesta mucho
más allá. Lo sorprendente de su visión de la novela original es que Anderson no
ha apostado por los “excesos” de sus primeros trabajos, ni siquiera por la
impostada locura visual que bañaba “Punch-Drunk Love”. Su “Inherent Vice” –un
nuevo aplauso a los traductores españoles- combina con acierto el dinamismo en
la narración y el look retro de “Boogie Nights” con la solemnidad de sus dos
anteriores cintas, y lo que resulta es una obra divertida que desprende
singularidad y extravagancia en su guión, en los actos de sus personajes y en
su propuesta audiovisual –fantástica la banda sonora de Johnny Greenwood y ese
aroma setentero que desprende la cinta-, pero resultando comedida en todos sus
aspectos, sin llegar a desatarse del todo.
A medio camino entre
“El gran Lebowski” de los Coen y el Polanski de “Chinatown”, “Inherent Vice”
supone una adaptación libre –elimina y modifica muchos pasajes del libro que
habrían enrevesado demasiado la trama de manera innecesaria- de la obra de
Pynchon, y tan desenfadada y desvergonzada que no será del gusto de la
Academia, pero que está llamada a ser una de esas pequeñas joyas de su
realizador. Puro cine noir sin
paliativos y con bocanadas de marihuana corriendo por sus fotogramas, que tiene
además en la mirada perdida y despreocupada de Joaquin Phoenix al Doc Sportello
perfecto, al detective del Hollywood clásico pasado por el filtro de los
estupefacientes, pero siempre en busca de la verdad.
NOTA:
7.5 sobre 10
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