Halloween. Época
perfecta para rememorar historias de maldiciones, fantasmas y brujas. Hollywood,
falsa tierra de los sueños convertidos en pesadillas. La Meca del Cine ha
tenido también sus ilustres maldiciones, fantasmas y brujas. A continuación,
cuatro historias que dejan claro que Hollywood está maldito de manera
irremediable.
Atuk,
el guión maldito
¿Qué tenían en común
John Belushi, John Candy o Chris Farley, además de sus problemas de peso, sus
adicciones y su vis cómica? Pues no, la respuesta no es que eran todos cómicos,
sino un guión llamado “Atuk” que, supuestamente, acabó con sus vidas. El
libreto, basado en la novela del canadiense Mordecai Richler “The Incomparable
Atuk”, relataba las andanzas de un pescador esquimal que trata de adaptarse a
la vida en la gran ciudad, una historia que había llamado la atención del gran
John Belushi, quien estaba interesado en llevarlo al cine en forma de comedia.
El 5 de marzo de 1982, poco después de que llegase a sus manos el guión,
Belushi era hallado muerto a los 33 años en su bungalow tras inyectarse una dosis
letal de speedball.
No fue el único cómico
relacionado de manera funesta con el guión. Diez años después, el humorista Sam
Kinison, murió de un accidente de coche tras rodar varias pruebas de cámara
para el papel protagonista. Unos pocos años después, otro grande, John Candy,
del que se cumplen 20 años desde su fallecimiento, moría de manera repentina de
un ataque al corazón. Durante el rodaje de su última película, “Caravana al
este”, Candy se encontraba leyendo el guión de “Atuk”. Ese mismo año, la leyenda
cuenta que otro amigo de Belushi y Kinison, Michael O' Donogheu, murió de una
hemorragia cerebral tras leer el guión y recomendarlo a sus amigos.
Chris Farley era un fan
incondicional de Belushi, y se había interesado por el papel que su ídolo jamás
llegó a protagonizar. Estaba a punto de aceptar el rol protagonista cuando
falleció a causa de una sobredosis en 1997. La última víctima que se rumorea se
cobró el guión fue Phil Hartman,
compañero de Farley en el Saturday Night Live y doblador habitual de “Los
Simpson” hasta su muerte en 1998. O debería decir penúltima, pues fue asesinado
a tiros mientras dormía por su propia esposa, quien después se suicidó. Se dice
que Farley le había enseñado el guión para animarle a participar en la
película.
Una idea, la del guión
maldito, realmente escalofriante, y un proyecto que dada su mala fama dudo que
alguna vez vea la luz.
Christine
no era el único coche maldito
Pero para escalofriante
la siguiente historia, que tiene de protagonista al mismísimo James Dean. O mejor
dicho, al coche que causó una de las mayores tragedias de la historia del
séptimo arte, un Porsche Spyder 550, uno de los 90 coches construidos hasta la
fecha de ese modelo. El actor era un apasionado de llevar una vida al límite, y
este coche llevó esa pasión a las últimas consecuencias el 21 de septiembre de
1955, cuando su coche se estrelló contra un Ford Tudor coupé del 50 en una
carretera recta y solitaria durante una exhibición de velocidad que estaba
siendo fotografiada para un reportaje. El cuerpo del actor absorbió todo el
impacto del accidente y quedó incrustado en el volante con el cuello roto.
“Pequeño Bastardo” se
llamaba el Porsche Spyder de Jimmy Dean, y a raíz de la muerte del actor, una
serie de catastróficas desdichas acompañaron al coche incluso cuando sus piezas
eran vendidas por separado. El diseñador de coches que había customizado a
“Pequeño Bastardo”, George Barris, experimentó en carnes ajenas la maldición al
adquirir los restos del coche para vender algunas de las piezas que quedaban
intactas. Mientras estaba siendo descargado en su garaje, el deportivo resbaló
de la grúa y cayó sobre uno de los mecánicos, rompiéndole las dos piernas.
Pocos después, Barris
vendió el motor y la transmisión a dos médicos de Beverly Hills aficionados a
las carreras, que acabaron incorporando las piezas a sus coches de competición.
El 24 de octubre de 1956, mientras los dos tomaban parte en una carrera, uno de
ellos perdiño el control de su coche y se mató al estrellarse contra un árbol,
mientras el otro tuvo también un espectacular accidente, aunque salió vivo del
incidente.
Un joven de Nueva York
adquirió las llantas del Porsche, y una semana después de ponérselas en su
vehículo sendas llantas reventaron misteriosamente al mismo tiempo y el chico sufrió
un grave accidente. Dos ladrones resultaron heridos al intentar robar partes
del vehículo. Uno de ellos se abrió el brazo en canal con un trozo de chapa al
tratar de llevarse el volante, y el otro se hirió al intentar arrancar el
asiento manchado de sangre de Dean.
Ante esto, Barris
decidió no vender más piezas, y acabó donando los restos que quedaban a la
Patrulla de Carreteras de California para una exhibición sobre seguridad vial.
Antes de la tercera exhibición, el garaje que albergaba el Porsche ardió por
los cuatro costados, quedando todos los coches calcinados. Todos excepto
“Pequeño Bastardo”. Dos años después del accidente de Dean, el coche estaba
siendo exhibido en Sacramento cuando se cayó de la repisa y le rompió la cadera
a un espectador.
De camino a otra
exposición en Salinas, el mismo sitio al que se dirigía Dean cuando tuvo el
accidente, el tráiler que lo transportaba fue golpeado por atrás por otro
coche, saliendo despedido su conductor y yendo a parar a una acequia, y el
coche resbaló de la plataforma y le aplastó. Años después, nuevamente se soltó
del camión tráiler y aterrizó en medio de una autopista causando una colisión
mortal, y en 1958, al camión que lo cargaba le falló el freno de mano y se
estrelló contra un escaparate.
La última vez que
Barris afirmó ver el coche fue en 1960, durante una exposición en Miami, donde,
sin motivo aparente, se desintegró literalmente en once pedazos mientras lo
montaban en sus soportes. Las piezas fueron guardadas en once cajas separadas y
enviadas de vuelta a Los Ángeles, pero a la llegada a su destino, los restos
habían desaparecido misteriosamente. 50 años después, “Pequeño Bastardo”
continúa en paradero desconocido.
Para coronar esta
historia, existió una relación entre Vampira, la vampiresa sexy catódica que
introducía grandes clásicos del terror en los años 50 –concretamente, su
programa comenzó a emitirse en 1954-, y el actor. James Dean se sintió atraído
por la presentadora, al igual que estrellas como Marlon Brando o Anthony
Perkins, y juntos iniciaron una relación de lo más explosiva para los medios.
De hecho, el actor se sintió atraído por su personaje en televisión más que por
la verdadera Maila Nurmi que habitaba bajo el maquillaje al creer que estaba
realmente metida en el ocultismo. El actor estaba profundamente interesado en
las fuerzas satánicas, y pensó que la voluptuosa estrella podría iniciarle en
este mundo. Cuando descubrió que no fue así, renegó de su relación con ella
ante los medios y incluso llegó a decir que no salía con brujas, y mucho menos
con personajes de historieta. La leyenda cuenta que desde entonces la
despechada bruja de origen nórdico lanzó un conjuro sobre el actor, hasta el
punto que se la acusó popularmente de su fallecimiento. Su show fue cancelado y
se la puso en la lista negra de la industria, y no encontró trabajo hasta que
el “peor director de la historia del cine”, Ed Wood, la reclutó para sus
filmes.
Aléjate
de Billy Bob Thornton
Billy Bob Thornton, por
otro lado un excelente actor, tiene un episodio bastante más oscuro en su vida
que su relación con Angelina Jolie y sus extravagantes y extraños gustos de
cara a la opinión pública. Y es que a Billy parece perseguirle la Muerte, aunque
se ceba con sus compañeros de reparto, que mueren de manera inesperada.
El primer “afectado”
por la “maldición de Billy Bob Thornton” fue el genial secundario J.T. Walsh,
que trabajó con Thornton en 1996 en “El otro lado de la vida”. Dos años después,
el actor sucumbía ante un ataque al corazón. El siguiente en la lista fue el
cómico Jim Varney, que popularizó el personaje de Ernest, que fallecería
víctima de un cáncer de pulmón el mismo año en el que participaba en “Daddy and
them” junto al actor.
Otro actor, en este
caso una promesa de su generación bastante problemática por sus adicciones,
Brad Renfro, fallecía de una sobredosis en 1998, el mismo año en que volvía al
cine tras dos años de retiro entre rejas y en una clínica de desintoxicación. Lo
hacía con el film “The Informers”, en el que también actuaba Thornton. Tenía 25
años.
La lista la completan cuatro
actores cuyas muertes fueron también totalmente inesperadas, y que fallecieron
años después de trabajar con Billy. En 2008 fallecían Bernie Mac y otra gran
promesa, Heath Ledger, el primero de una neumonía y el segundo de una
sobredosis de drogas prescritas a los 28 años. Eso sí, Mac hacía cinco años que
había coincidido con Thornton en “Bad Santa”, mientras que Ledger hacía siete
años que no trabajaba con él, desde “Monster’s Ball.
Un formidable actor en
ocasiones poco recordado, John Ritter, había trabajado en dos ocasiones con él.
La primera fue en “El otro lado de la vida” en 1996, y la segunda en “Bad
Santa” en 2003. Fallecería tres años después a causa de una enfermedad
congénita a la edad de 50 años. Y por último, la más reciente fue la de Patrick
Swayze, que moría en 2009 después de siete años sin coincidir con el actor
desde “Waking Up in Reno” de un cáncer de páncreas.
Una lista rocambolesca,
pues si tomamos como referencia a cualquier actor de Hollywood, todos cumplirán
el haber trabajado con intérpretes que han fallecido años después. Aunque, en
el caso que nos ocupa, todos murieron súbitamente, sin que nadie se lo
esperase. Y tú, ¿te atreves a trabajar con Billy Bob Thornton?
Hollywoodland,
ciudad de fantasmas
Algunas celebridades,
después de años de vivir bajo la influencia de los focos, se resisten a irse
así como así del panorama público. Tanto que han continuado apareciéndose tras
su muerte. Por este rápido repaso por los fantasmas más ilustres de Hollywood,
qué mejor manera de empezar que en el famoso letrero de la ciudad, en una época
en la que aún llevaba por nombre HOLLYWOODLAND. En 1932, ocho años antes de
perder las letras LAND a manos de la
Cámara de Comercio, alguien se suicidó lanzándose desde la enorme H del símbolo
de la ciudad. Peg Entwistle, una joven actriz de 24 años, dio el salto desde
Broadway a Hollywood en plena Depresión. Pero su carrera no acababa de arrancar
tras algún pequeño papel. Borracha y deprimida, la actriz se lanzó al vacío desde
el letrero, y desde entonces la leyenda dice que los turistas han visto su
fantasma vagando por las colinas del Monte Lee que rodean al cartel,
impregnando el aire con aroma de gardenias, su perfume favorito.
La siguiente parada la
hacemos en los Estudios Universal, concretamente en el Plató 28, que sigue
intacto a día de hoy, por donde dicen que se sigue paseando Lon Chaney ataviado
como el Fantasma de la Ópera, el personaje con el que el estudio dio inicio a la
era dorada de sus monstruos y su mayor éxito cinematográfico. Además, hay
fenómenos tan típicos como puertas que se abren y cierran solas, luces que se
encienden y apagan… y el tintineo de una gran lámpara de araña retirada hace
años que se cuela en las pistas de sonido grabadas en el lugar.
Pero quizá el estudio
más embrujado de todos sea el de Paramount, quizá por su proximidad al
Cementerio Hollywood Memorial Park, lugar donde descansan grandes nombres como
los de Rodolfo Valentino, Douglas Fairbanks, Charles Chaplin, John Huston,
Cecil B. De Mille y otros muchos. La leyenda dice que muchas de las estrellas
ahí enterrados, más otras que trabajaron para el estudio, vagan por el lugar y los alrededores.
Los hoteles son
clásicos en toda buena historia de fantasmas. El Hotel Knickerboker, construido
en 1925, jugó un papel clave durante los tumultuosos años 20, acogiendo a
estrellas como Rodolfo Valentino, Marilyn Monroe o Joe DiMaggio. Pero más que
sufrir hechos paranormales, fue escenario de tragedias como la muerte del
director D.W. Griffith, del suicidio arrojándose desde la ventana del piso 14
de una diseñadora de vestuario de la MGM, Irene Gibbons, o una sesión de
espiritismo para contactar con Houdini.
Más que maldito, el
Hollywood Roosevelt estaba embrujado. Cada cierto tiempo, alguien ve reflejada
a una atractiva mujer rubia en el enorme espejo del vestíbulo, que dicen que se
trata de la mismísima Marilyn Monroe. Algunos clientes dicen haber sentido la
presencia de Montgomery Clift en la novena planta, donde se hospedaba mientras
rodaba “De aquí a la eternidad”. Y Carole Lombard, que compartió una suite
junto a Clark Gable, ha sido vista en numerosas ocasiones por el lugar.
Mientras, el espíritu
de uno de los hermanos Warner, Sam, se pasea por el enorme cine que
construyeron los hermanos para acoger el estreno de la ambiciosa “El cantor de
jazz”, la primera película sonora. Sam echó una maldición sobre el lugar al ver
que no estaría listo para cuando la película se estrenase, y acabó muriendo 24
horas antes de la premiere del film. Y el Pantages, uno de los más gloriosos
cines del mundo, acoge desde hace décadas al espíritu del multimillonario
Howard Hughes, que lo adquirió en 1949 justo cuando compró la RKO.
Algunos famosos también
se resisten a abandonarlas incluso después de su muerte. Se dice que George
Reeves, el segundo Superman de carne y hueso, vaga por su enorme casa de
Benedict Canyon, revolviendo la cama y la habitación en la que fue hallado
muerto de varios disparos, en una de las muertes más extrañas de la historia de
Hollywood. El actor Clifton Webb, el inolvidable Mr. Belvedere, prometió a un
psíquico que no abandonaría ni muerto su maravillosa casa de estilo español, y
parece haberlo cumplido, pues desde entonces sus inquilinos dicen haberle visto
por allí.
Y para acabar, comidas
que están para morirse. Eso es lo que parecen tener los postres del restaurante
Sweet Lady Jane, por donde dicen haber visto a Orson Welles. El actor, director
y productor era también un gran gourmet y un habitual del local, y desde su
muerte en 1985, su fantasma es visto a veces sentado en su mesa favorita, de
donde cuentan que brota un humo de puro inexistente y el aroma de un brandy
invisible.
Fuentes:
Miguel
Ángel Prieto, ¡Malditas películas! T&B Editores, 2007.
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