Sinopsis:
Seis años después de la violenta muerte de su
marido, Amelia (Essie Davis) continúa perdida intentando educar a Samuel (Noah
Wiseman), su hijo de seis años, que vive aterrorizado por un monstruo que se le
aparece en sueños y amenaza con matarlos. Cuando un inquietante libro de
cuentos llamado “The Babadook” aparece en su casa, Samuel se muestra convencido
de que el Babadook es la criatura sobre la que ha estado soñando. Cuando sus
alucinaciones entran en una espiral fuera de control, se vuelve impredecible y
violento. Amelia, muy asustada por el comportamiento de su hijo, se ve forzada
a medicarle. Pero cuando comienza a vislumbrar una presencia siniestra a su
alrededor, Amelia poco a poco se da cuenta de que aquello sobre lo que Samuel
la ha estado advirtiendo puede ser real…
Ficha Técnica:
Dirección y guión: Jennifer Kent
País: Australia
Año: 2014
Duración: 94 min.
Género: Terror
Interpretación: Essie Davis (Amelia), Noah Wiseman
(Samuel), Daniel Henshall (Robbie), Hayley McElhinney (Claire)
Producción: Kristina Ceyton y Kristian Moliere
Música: Jed Kurzel
Fotografía: Radoslaw Ladczuk
Montaje: Simon Njoo
Diseño de producción: Alex Holmes
Vestuario: Heather Wallace
Crítica:
Vaya por delante que no estamos ante una cinta de
terror al uso. Ni mucho menos ante un film que recuerda al cine de James Wan,
cineasta que, por otra parte, tampoco ha descubierto nada nuevo en el género.
Sí, cierto es que no oculta sus referencias, que van desde “Pesadilla en Elm
Street” hasta “El resplandor”, pasando por el expresionismo alemán o el cine de
Georges Méliès. Incluso hay un poco de “Solo en casa” en ella. Una mezcla que
parece imposible pero que resulta tremendamente efectiva.
Pero seguimos sin estar ante una película de terror
común, aunque sus referencias sigan siendo de manual. De manual del buen cine
de género, se entiende. No, lo que “The Babadook” ofrece es un cuento para no
dormir, un relato plegable y malicioso que empieza como una típica historia con
monstruo involucrado y una casa aparentemente encantada, con un niño difícil e
hiperactivo al que dan ganas de estrangular, y despertando el interés e
incrementando la tensión gracias a su manejo de los terrores infantiles y el
terror familiar más básicos. Introduce a un personaje caricaturesco pero amenazador
y consigue durante su primera mitad que esa siniestra canción que acompaña al
libro que protagoniza se te adhiera irremisiblemente a la piel. Una vez le
dejas entrar, cuesta librarse del martilleo que en la cabeza produce ese
“Ba-Ba-Dook-Dook-Dook”, similar al peor de los dolores de muelas.
Y aún así, seguimos estando ante una propuesta
atípica dentro del género. Porque en el modesto debut de Jennifer Kent, que
hace uso de los pocos recursos de los que consta para dejarte un mal cuerpo, el
monstruo en cuestión es lo de menos. Su terror no viene de los sustos, ni de
generar simplemente tensión, que lo consigue, ni de la presencia de ese ser de
dedos largos y puntiagudos y sonrisa de Gato de Cheshire, sino del giro que da
hacia la mitad del relato, transformando los miedos infantiles en adultos. Aquí
lo que consigue ponerte los pelos de punta es la ambigüedad y lo siniestro y
retorcido de su desarrollo. El monstruo no es más que un leit motiv para
hablar de algo tan mundano y cotidiano como el dolor de la pérdida y lo difícil
que es ser madre soltera cuando el pasado no para de perseguirte. No es más que
una metáfora del trauma y el estrés post-traumático, y Kent logra ponerte los
pelos de punta con una historia en apariencia sobrenatural –quizá se le vaya la
mano con lo sobrenatural en el tramo final, y con algún efecto CGI redundante-,
en la que su criatura es mostrada levemente cuando es necesario, manteniendo el
misterio sobre su figura y su papel durante todo el metraje.
La guinda a esta original muestra de cine desde las
antípodas la pone la interpretación de Essie Davis, un torrente de registros
interpretativos y un ejemplo de cómo causar impresión con una sola mirada a
cámara. La acompaña un pequeño Daniel Henshall que supone una sorpresa, aunque
en su interpretación pueda desprenderse cierta inexperiencia y sobreactuación
que, no obstante, ni molesta ni le hace menos creíble. “The Babadook” es el
perfecto ejemplo de buen cine de terror que no parece cine de terror, pero que
te cala hasta los huesos una vez le dejas penetrar bajo tu piel. Y un
aleccionador cuento que acaba enseñándote que a los monstruos, imaginarios o
no, es mejor mantenerlos cerrados y alimentarlos con galletas. O con gusanos.
Lo que más le guste.
NOTA: 7.5 sobre 10
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